En un viaje a Israel, hice un recorrido por un lugar donde estaban en exposición antiguos objetos del imperio romano. En una parte del lugar, observé lo que parecía ser un gran horno de fundición, al igual que pedazos de metal, una espada rota, una daga rota y una espada intacta. El guía en ese lugar nos explicó: “El imperio romano tenía el ejército más poderoso del mundo. Prácticamente nadie derrotó a los romanos militarmente. ¿Por qué? Ellos no sólo tenían una estrategia superior, sino que también tenían armas superiores. Y el motivo de que las espadas romanas fuesen tan potentes es que habían sido adecuadamente templadas”. El guía entonces explicó el proceso de templado. Un herrero romano tomaba el hierro y lo golpeaba sobre un yunque con un pequeño martillo para hacer que fuese plano y liso. Entonces metía el metal a un horno. Cuando el metal se ponían rojo debido al fuego, el herrero era capaz de detectar puntos oscuros en él, lo cual indicaba áreas de debilidad. Siempre que veía uno de esos puntos, lo martillaba hasta que no pudiera verlo. Entonces tomaba el metal resplandeciente y lo sumergía en agua muy fría. Eso hacía que todas las moléculas en el metal se acercasen, dándole fuerza.
Después de eso, el herrero sacaba la espada del agua y volvía a meterla en el fuego. El metal volvía a calentarse, y él comprobaba la zona donde anteriormente había trabajado en el punto. Si seguía estando ahí, él seguía trabajando en ello hasta que desapareciera por completo. Entonces, volvía a poner la espada en el fuego hasta que se pusiera roja, a fin de poder identificar las otras áreas de debilidad. Repetía este mismo proceso hasta que no quedaba ningún punto más. De esa manera, la espada era repetidamente sujeta a un proceso que la llevaba del fuego ardiente a recibir martillazos y después al agua fría como el hielo. El guía dijo que siempre que un herrero terminaba de hacer una espada, grababa su propio nombre o marca sobre ella. Por lo tanto, cada espada romana identificaba a la persona que la había forjado.
Y cada herrero que trabajaba para el ejército romano tenía un contrato estipulando que si alguna de sus espadas se rompía, podían matarle. Esta garantía de que la espada no se rompería era crucial para el éxito y la seguridad de los soldados. Ellos salían al mundo de las batallas; y cuando estaban en medio de las presiones del combate, no podían permitirse el que sus espadas se rompieran. Si así sucedía, sus vidas podrían estar en peligro. Los soldados tenían que ser capaces de tener confianza en la fuerza y durabilidad de sus armas. Y el único modo en que podían confiar en sus espadas era saber que habían pasado por este proceso de “templado”.
Fortalecidos mediante las pruebas
El verbo templar puede definirse como “hacer más fuerte y más resistente por medio de la dificultad”. El proceso de templar espadas puede compararse a un proceso que es esencial para la edificación de nuestro carácter; es el proceso de ser tentados. Puede que esté pensando: ¿Qué? ¿Acaso el ser tentados no es algo a evitar?
Debemos entender que ser tentados no es lo mismo que sucumbir a la tentación. El proceso de tentación revela lo que es genuino en nuestro carácter y lo que es falso, similar al proceso de refinar el oro en el fuego, en el cual todo lo que no es oro puro se quema. Créame, amigo: ¡Cada día de su vida, su carácter será probado! Esas pruebas no tienen el propósito de derrotarnos sino más bien de fortalecernos. Probablemente usted ya conozca muchas de sus fortalezas, pero ¿es consciente de todas sus debilidades? Cada uno de nosotros tiene áreas débiles en su carácter. Y la prueba, o el templado, tiene mucho más que ver con comprobar nuestras debilidades que nuestras fortalezas. Los herreros romanos comenzaban con pedazos de metal débiles y porosos cuando fabricaban sus espadas. Esa condición del metal describe el estado interior de los seres humanos, que contienden con los efectos de la humanidad caída. Ser tentado es ser evaluado en busca de debilidades —“puntos”— morales en nuestro carácter para que puedan ser eliminados, y así podamos llegar a ser líderes honestos. Y a medida que nuestro carácter es fortalecido, demostraremos nuestra confiabilidad para liderar a otros.
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